El tiempo de navidad que estamos celebrando, ha sido desde siempre la fiesta de la familia. En este tiempo, los hijos que están lejos vuelven al hogar; la fiesta, los abrazos y los regalos, de algún modo acrecientan los lazos de unión que brotan de los vínculos de la sangre. Desde la puesta del arbolito hasta la preparación de las hallacas, todo se hace en familia. La navidad huele a familia.
Sin embargo, en los últimos tiempos, la realidad familiar venezolana está siendo atacada por una grave crisis. A diario, somos testigos y hasta cómplices de una grave desvaloralización de la institución familiar que atenta a su núcleo central, y lo peor es que se pretende asumir como habitual y normal: el creciente número de matrimonios fracasados, la violencia familiar, el maltrato a las mujeres o a los niños, el abandono de ancianos. Al parecer, se nos ha venido olvidando que el primer y más importante núcleo de la formación humana es la familia. La familia es la comunidad primera y referencial de todo ser humano.
Hacen falta, por tanto, hombres y mujeres que como San José, se levanten del profundo sueño al que esta sociedad nos ha sometido. Es necesario ponerse en pie para salir en defensa del don precioso que es la familia. Es necesario dejar que la palabra que se ha hecho carne disipe las sombras que pretenden dar muerte al verdadero sentido de la vida familiar.
José, el esposo de María, se convierte en este tiempo en punto de referencia para aquellos a los que les es preocupante el rumbo por el que muchas familias han perdido el camino que los conduce a la plenitud y a la felicidad. El es el hombre, padre y esposo que escucha la advertencia que Dios, por medio de un Ángel, le hace en sueños. El es el hombre, el esposo y padre que obedece el designio de Dios, y por esta obediencia, logra salvaguardar a la familia de Nazaret de los planes homicidas del Rey Herodes.
En este día de la Sagrada Familia, hagamos de nuestro hogar un lugar de encuentro y diálogo, de crecimiento y educación humana, una comunidad de vida y amor, una iglesia doméstica; un escuela donde se enseñen los mejores valores humanos: la sencillez, el servicio, la hospitalidad, el amor entrañable por los mayores, por los niños, por los enfermos, por los desvalidos, y tantos otros valores que no deben faltar para hacer de nuestra Venezuela una sola familia, unida por el deseo de construir la civilización del amor.
Compromiso de la Semana: Reúne a tu familia junto al pesebre para orar.
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