jueves, 20 de octubre de 2011

Que importante es orar

Los evangelios narran con mucha frecuencia los momentos en que Jesús se retiraba a un monte para orar. Eran momentos de intimidad, espacios de íntima comunión de amor, en los que Jesús; el hijo amado, abrazaba la voluntad de Dios su Padre. En el Evangelio de Lucas 6, 12 al 19 nos encontramos a Jesús orando por la Iglesia que nace: justo antes de elegir a los doce apóstoles, Jesús se retira a un monte para orar.

La elección de los doce es de tanta importancia para el plan salvador de Dios, que por eso Jesús pasa toda la noche en oración. Y podemos aprender de este suceso la importancia que tiene orar antes de tomar decisiones trascendentales en nuestra vida. Jesús nos enseña que todo sucede en orden al plan de Dios y que por tanto es Dios, quien mejor nos puede guiar, conducir e iluminar en la vida. La oración es la fuente de la vida espiritual y alimento cotidiano del alma. La Madre Teresa de Calcuta, hoy beata de la Iglesia, cuando se refería a la necesidad de la oración  decía  que “muchas familias sufren dificultades, se separan, pelean y destruyen;  mucha gente pierde el gusto por la vida y el trabajo, están descontentos y vacíos, porque se ha abandonado la oración”.

Cuando descubrimos el poder que tiene una oración confiada y sincera, que nace del encuentro intimo y filial con Dios nuestro Padre “Todo se renueva a nuestro alrededor, surgen nuevos objetivos e ideales” (Juan Pablo II). La Oración, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica “es la llave que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu Santo; es decir, a su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y nuestra voluntad- para ir adaptando nuestro ser a Su Divina Voluntad”.

Es lo que vemos que sucede después de la elección de los doce: “Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de Jesús una fuerza que sanaba a todos”. Del mismo modo, cuando la oración toma el primer lugar en nuestra agenda, en nuestras relaciones, en la cotidianidad del día a día; el poder de Dios se manifiesta en nosotros; además que nos impulsa a la acción y al servicio a Dios en los hermanos. Sólo en  el silencio de la oración el alma se deja transformar por Dios, quien va haciendo en ella su obra de Alfarero, moldeándola de acuerdo a su voluntad. Guardemos espacios de nuestro día para orar sin desfallecer y así ver la Gloria de Dios en nosotros.

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