LUCHAR Y ORAR

Jesús sabía que estaba cerca la hora de cumplir la voluntad que su Padre le había encomendado; morir en rescate de muchos (Mc 10,45), la tristeza y el miedo habían tomado control de su vida; tanto que fue capaz de pedir ser librado de esa hora. Sin embargo la lucha en la oración; la permanencia en la comunión intima con su Padre, le da fuerza para después decir a sus discípulos cansados y dormidos: “Levántense, ya se acerca el que va a entregarme” (Mc 14,42). Sin duda alguna debemos aprender que luchar en la oración nos garantiza la victoria ante la prueba, y es que ante problemas grandes, oraciones más intensas. Por eso Jesús deja bien claro a sus discípulos: “Oren sin desfallecer para que no caigan en la tentación” (Mc 14,38)y si a esto sumamos lo sucedido a Jacob, podemos estar seguros que cuando luchamos en una oración constante, seremos plenamente bendecidos.
Cuando aprendamos el valor que tiene una oración constante, seremos capaces de alcanzar grandes victorias. La oración verdadera es lucha y requiere de constancia. Por eso, cuando Jesús hablaba de la oración, nos ponía el ejemplo de la viuda desamparada frente al juez injusto que la ignoraba (Lc 18,1ss). Asumamos para nuestra vida espiritual, la actitud de esa viuda, que clama desesperada, no un día ni dos, sino una semana, un mes, pero con el propósito firme de obtener una respuesta. Pero ¿como vamos a obtener lo que pedimos, si no somos capaces de perseverar ni un solo día en la oración? Abandonamos porque somos impacientes, o porque presentamos la excusa de no sentir nada en la oración. Y es que acaso ¿orar es sentir? Dios desea ver en nuestras oraciones voluntad y determinación.

Pbro. José Francisco Alvarez
¡Muchas gracias Padre José por compartirlo!
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